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Moraima Guanipa: “Siempre hay historias que merecen la mirada poética”

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“Y yo en ti
prendida
y yo en ti
ardida
toda susurros
aire leve que la luna envidia
rumor de hojas que la noche levanta.
Y yo en ti
amanecida
y yo en ti
escrita”

Moraima Guanipa / Foto de Prodavinci

Con este poema de Moraima Guanipa damos comienzo a la entrevista a la poeta venezolana. Que además es ensayista, periodista cultural y profesora universitaria. Es autora del libro: Hechura de silencio. Una aproximación a Ars Poética de Rafael Cadenas. Sus poemas han sido publicados en los libros: La jaula de la sibila, Bogares, y los plaquettes: Voces de Sequía, y Ser de agua.

Poesía por primera vez

Cuenta que aun sin estar muy consciente de su presencia, en su niñez la poesía llegó primero con la lectura, cuando comenzó a leer en voz alta, cuando comprendió que esas palabras eran lenguaje, pero un lenguaje “otro” por así decirlo, que movía a la imaginación, a la emoción. “Mis primeras lecturas fueron en la biblioteca de mi casa, donde había una colección completa con la obra de Andrés Eloy Blanco. En esas lecturas repetía y memorizaba los versos de La hilandera, La loca Luz Caraballo, al punto que mis padres y mis tíos me animaban a que les recitara algunos poemas a las visitas que llegaban a la casa”.

Leer poesía fue entonces un rito de la palabra hablada y de mi asombro frente a la escucha atenta de quienes les leía.

Después fueron Bécquer, Nervo y Darío, así como temas del romancero gitano de Lorca. Más adelante se hizo ejercicio en lo escrito, porque llevaba al papel, a sus cuadernos, los poemas o los versos que le gustaban o que encerraban aquello que se aproximaba a su sentir, a su emoción, a su experiencia. Toda esa amalgama de voces y formas marcaron ese primer encuentro con la poesía, manifiesta.

La escritura como respuesta

Manifiesta que siempre he llevado cuadernos y escrito apuntes, ideas, dibujos. “Por allí comenzaron mis primeros tanteos con la escritura, con la poesía. Creo que fue una respuesta a necesidades expresivas propias de quien encuentra que las palabras podrían traducir pensamientos y sentimientos, incluso abstracciones”.

Para Moraima Guanipa era un reto poner en palabras las imágenes que se le venían a la cabeza y cómo estas comunicaban, movían el sentimiento en los otros. Mucho después vino la urgencia de un trabajo más sistemático, de limpieza, de organización del cuerpo de los poemas, un trabajo más consciente y crítico, de pulitura, de artesanía, enfatiza.

Hay poemas que surgen de lo vivido, de la experiencia que luego trasPASO a la poesía.

Comenta que puede ser una imagen que ves en la calle, hasta un olor, una palabra dicha, pero convertirlo en experiencia poética, en materia de un poema es un asunto tan delicado como retador. En su caso, trabajo y decantación. “No siempre puedes concretarlo o convertirlo en poema. Además de las vivencias también está la memoria, las voces de los mayores, sus historias. Son imágenes, ideas que quedan como dormidas y a veces asaltan. Otras tantas surgen versos completos que piden con urgencia su concreción en escritura”, señala.

La vida discurre cada segundo y ya eso mismo es fuente permanente para la escritura.

La poeta venezolana dice que mientras la realidad esté ahí, mientras los seres humanos piensen y sientan, respiren, la poesía, la literatura, el arte, la creación darán cuenta de lo que somos. Porque todo eso es parte de nuestra humanidad.
Cree que lo inagotable es lo que vivimos y que pasa a la escritura, bien como urgencia, bien como decantación.

En este sentido, la escritura acompaña y materializa lo vivido y, más aún, da palabras a lo real, puntualiza. “El poeta Francisco Brines, decía que hay poetas que escriben, y lo cito, “desde la realidad, ya sea ésta cultural, religiosa o perversa. Incluso cuando se inventa, se inventa desde la realidad. ¿Qué es un animal mitológico? La mezcla de partes de varios animales reales”.

  • Desde que estamos viviendo de pandemia ¿Cómo ha sido tú conexión con la escritura?

Pese a que la pandemia obligó a guardar cuarentenas y, en mi caso, salgo poco de mi casa, estos casi dos años de pandemia no han sido propicios para la calma, la introspección a la que obliga la escritura y más la poesía. Mis responsabilidades y tareas, propias de la vida universitaria, pasaron a la virtualidad, sin que por ello bajara el ritmo de reuniones, presentaciones y demás proyectos académicos.

Ciertamente escribo de continuo para trabajos y compromisos, pero incluso esa escritura se me ha vuelto lenta, difícil. Peleo con cada palabra, más de lo que quisiera y, en ocasiones, hasta abandono para nuevamente rehacer y retomar lo escrito. He optado también por revisar y organizar algunos textos y poemas. Asumir la incertidumbre con benevolencia es todo un reto.

Temas recurrentes en su poemas

Asegura que son varias las rutas del tránsito por la escritura poética, pero que en definitiva apuntan al vivir: la memoria, la vivencia de la ciudad, la poesía y nuestro lugar en el mundo. “Cuando digo memoria me refiero a un amplio abanico de temas que me rondan y hasta me acosan. Desde los ancestros, las voces de los míos y del pasado, pasando por la experiencia amorosa, hasta ciertas figuras e historias de las culturas: los mitos, algunos episodios olvidados”.

Siempre hay historias que merecen la mirada poética.

“Me rondan mucho los personajes fracasados, ciertas vidas trágicas devoradas por guerras, exilios. También la calle, la vida, esa vida de todos los días que muestra miserias y grandezas, los gestos mínimos que contienen tanta humanidad. Pero todo eso pasa por el tamiz de otra mirada más crítica que pregunta por lo que esas historias, mitos o episodios cotidianos pueden decir de la humanidad que somos. Le pregunto al poema, a la voz del poema: ¿esto que dices trasciende tu propia historia, tu biografía, tu sentir? ¿Cómo hablas a los otros?”.

Poetas a los que vuela siempre

Confiesa que es difícil resumir el gusto por tantos poetas, cuyos textos la han acompañado todos estos años. “Soy una mixtura de lecturas diversas que se fueron quedando y que llegaron en momentos vitales distintos. Hay poetas a los que vuelvo siempre: Walt Whitman, Emily Dickinson, Constantino Kavafis, Jorge Luis Borges, Federico García Lorca, Octavio Paz, Alejandra Pizarnik. También Miguel Hernández, César Vallejo, Eugenio De Andrade.

Entre los venezolanos, reserva un particular lugar para los poetas Rafael Cadenas y Eugenio Montejo, pero le faltaría espacio para reconocer y agradecer la poesía de tantos otros como José Antonio Ramos Sucre, María Calcaño, Antonia Palacios, Fernando Paz Castillo, Elizabeth Schön, Ida Gramcko, Juan Sánchez Peláez, Vicente Gerbasi, Armando Rojas Guardia, Yolanda Pantín, María Antonieta Flores.

Hay tantos otros autores que merecen lectura atenta, estudio y difusión.

En cuanto al movimiento poético en Venezuela y Latinoamérica, cree que se sigue cumpliendo lo que apuntó Guillermo Sucre. “El decía que la poesía hispanoamericana ha creado una lengua y con ello nos ha dado una mayor consciencia de la lengua misma. De esa tradición también está hecha la poesía venezolana, en un arco enorme de voces y nombres que aportan propiamente una exploración de los linderos de la expresión y del lenguaje”.

Explica que es una tradición diversa que se prolonga en el presente con nuevas voces igualmente destacables. “Gustavo Guerrero usa una palabra para definir esa tradición común: intemperie, como una marca distintiva en “la conquista de su propia alma”. Percibe que en la actualidad hay un importante impulso y un renovado interés por autores venezolanos, que no sólo se ha manifestado en publicaciones, premios y reconocimientos internacionales, sino que también recoge la constancia de autores y de editoriales que con la diáspora están redefiniendo el mapa de nuestra literatura desde otras fronteras.

Tampoco hay que olvidar el trabajo que poetas y promotores culturales vienen haciendo en Internet con blogs, sitios web y en las redes sociales.

  • ¿Qué significa la palabra poesía para ti?

Cuando pienso en la poesía me gusta volver al origen del término, asociado a lo que los griegos llamaron poiesis que refiere tanto a la creación como al hacer, a aquello que, como dice el filósofo Emilio Lledó, hace surgir por el lenguaje, con el lenguaje, “una nueva realidad creada”. Y si bien desde Platón este poder creador, esta capacidad proteica le ha sido cuestionada (no olvidemos el aserto de Nietszche, “los poetas mienten demasiado”), opto por pensar que la poesía escapa a esa condición en la medida en que encarna al mundo en la palabra y lo hace desde una tarea si se quiere humilde: dar voz y sentido a lo que es. Bien lo dijo el maestro Rafael Cadenas: “El lenguaje de la poesía mira el misterio, lo tiene presente, es lo que lo hace esencial”, lo que nos sobrepasa.

  •  Cómo profesora universitaria  ¿Cómo ve el movimiento en cuanto al interés de aprender a escribir poesía en Venezuela ?

Mi trabajo como docente universitaria se concentra en la comunicación social y específicamente en el periodismo. Tanto la comunicación como el periodismo, y las humanidades en general, son espacios para el lenguaje y el bien decir, por tanto trato de incorporar referencias de poetas.

Lo que sí encuentro en algunos estudiantes es un interés genuino por la poesía y cuando esto ocurre procuro sumar nombres, lecturas que puedan acompañar sus exploraciones. En todo caso, lo que sí trato de compartir con mis estudiantes es el amor por el idioma, su cuido, así como la apertura a lo sensible, que es, con todo, puerta de entrada para saber de los otros, para estar con los otros y eso es la base de la comunicación.

Creo que se ha hecho más visible que haya jóvenes escribiendo poesía y compartiéndola en sus redes sociales. A ello hay que sumar un hecho nada desdeñable y plausible desde todo punto de vista como es la atención que algunas instituciones culturales han prestado al trabajo poético de nuestros jóvenes. Me refiero a La Poeteca y el Concurso Nacional de Poesía Rafael Cadenas que en cada edición recibe un importante número de trabajos a concurso y que hablan sin duda del creciente interés por la expresión poética y la calidad del trabajo poético de nuestros jóvenes.

También destaco algunas publicaciones que han dado espacio a la poesía joven, como es el caso de la publicación en línea de El Cautivo, dirigida por la poeta María Antonieta Flores, quien ha sido generosa en su apuesta por difundir las voces jóvenes, algunas de las cuales son hoy reconocidos. Todo esto es un verdadero aire fresco en tiempos tan retadores.

  • ¿Cómo fue el proceso cuando publicaste por primera vez ¿Te costó mucho?

Mi primer libro de poesía, Bogares, fue publicado en 1998. La Contraloría General de la República abrió un concurso literario en ocasión de su 60 aniversario y publicó el poemario ganador y las menciones, una de las cuales fue para mi libro. Para mí fue una sorpresa que el jurado conformado por Joaquín Marta Sosa, Rafael Arráiz Lucca y Jesús Sanoja Hernández me otorgaran la mención.

Siempre agradeceré la generosidad de ese gesto, además del estímulo que encontré en las palabras de Joaquín Marta Sosa en la presentación del libro y cuyo fragmento, de la contratapa, recuerdo vívidamente: “se va a arriesgar usted a una inmersión densa donde el discurso poético se alimenta de la lengua que narra” …

Antes de esa primera publicación no me había planteado publicar. Una vez que dejé de trabajar en los medios, en el diarismo, pensé que ya era tiempo de organizar mis poemas, reunir conjuntos de poemas y organizarlos como libros. Incluso, algunos amigos que conocían mis poemas y dibujos, como regalo sorpresa imprimieron de manera artesanal una plaquette, Ser de agua (1997). Fue así que me animé a enviar mis poemas al concurso de la Contraloría.

Publicaciones

El poemario La jaula de la sibila fue publicado por la editorial Eclepsidra (2002) y Bogares (1998), fue editado por el Fondo Editorial 60 años de la Contraloría General de la República. Ambos libros pueden consultarse en La Poeteca, ubicada en Caracas. Otros poemas están recogidos en las plaquettes Bodegón (2011) y Voces de Sequía (1999), editados por la Editorial La Espada Rota, y Ser de agua (1997).

También en antologías como En-Obra. Antología de poesía venezolana, 1983-2008, de Gina Saraceni (Equinoccio, 2008) y Antología de versos de poetisas venezolanas. De Astrid Lander (La Diosa Blanca, 2006). Selecciones de sus poemas han aparecido en revistas de poesía y literatura disponibles en la Web como El Cautivo, La Maja desnuda y Poémame. 

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