Para Leer ¿El fuego realmente representa lo peor del infierno?

[ESPECIAL DANTE] ¿El fuego realmente representa lo peor del infierno?

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Estando abismada por la intriga y el encanto que desprenden los versos del autor en su obra, hallé un elemento que resaltó desde la primera lectura, no obstante, aquella curiosidad no fue suficiente sino hasta que aquellos fueron comprendidos. Con esto hago alusión al panorama narrado entre los cantos XXXII y XXXIV del Infierno en la Divina Comedia.

Dante nos introduce al Noveno Círculo, mediante la travesía narrada en los cantos XXXII y XXXIII, al describirla como el lugar idóneo para castigar a los traidores, quienes son sumergidos parcial o completamente en el hielo. Estas almas deplorables son distribuidas a lo largo de ambos cantos en tres zonas, en las que se castiga, respectivamente, a los traidores a su propia familia, a los traidores políticos y a quienes traicionaron a sus amigos. En el canto XXXIV, el último paraje del Circulo Noveno (y correspondiente a la cuarta zona), se hallan los traidores hacia sus benefactores y hacia el mismísimo Dios. El atroz castigo para dichas entidades, es la de estar acompañados por el mayor traidor de todos los tiempos, quien será también, el eterno penitenciario: Lucifer.



El fuego simboliza bíblicamente la presencia de Dios en un ámbito, que renueva, libera, purifica y/o consume todo para constituir una nueva era o vida. Representa de igual forma la imagen alegórica del Espíritu Santo y de la palabra del Altísimo Creador; vivificando a la vez el sentido que denota tanto un juicio, como una prueba para el individuo impío. “El relato de la zarza ardiente (Ex. 3), donde se revela a Moisés el nombre de Dios y se ponen las bases de la idea de Dios que permanecerán vigentes a lo largo de la existencia de Israel, es un texto clave del Antiguo Testamento para la comprensión y la confesión de la fe en Dios (Ratzinger, s.f.)”. (Corsellas, 2019, p. 55).

Estas interpretaciones del fuego en la Divina Comedia se ven expresamente manifestadas en el Purgatorio, específicamente en el canto XXV, que relata la estadía por el Séptimo Círculo que compone la cumbre del Purgatorio. Una circunscripción destinada a los Lujuriosos, en virtud de ser purificados y eventualmente ascendidos al Paraíso Terrestre. El espacio se halla cubierto por completo en llamas, a excepción del borde externo. En medio de aquel fuego, Dante, Virgilio y Estacio, ven moverse a los lujuriosos que cantan un himno, alabando ejemplos de castidad. Cosellas (2019) expone que las preferencias por el fuego siempre se han dirigido hacia lo alto o hacia lo bajo; siendo esta imagen del fuego la que mejor revela la manera en que las inteligencias celestes se conforman con Dios. (p. 54).

Así dicho elemento se liga con la presencia divina y la purificación de las almas arrepentidas, perpetuado en la interpretación colectiva, la infame percepción del Infierno; que emplea como castigo eterno, las llamaradas de la “ira de Dios”. Esas mismas lumbres que imaginamos en los cantos IX, X, XI y XV, cuando Dante nos relata la penitencia correspondiente e interminable de los herejes y los violentos, respectivamente. Pero es a partir del Sexto Círculo, que conocemos el Infierno propiamente.

Esta región da cabida a los heresiarcas y sus secuaces, donde predomina sobre todo (teniendo especial protagonismo en el canto X), la presencia de aquellas figuras eclesiásticas que no creyeron genuinamente en la palabra divina, saboteando dichas leyes por conveniencia propia. En ambos cantos, IX y X, puede percibirse un amplio sembrado de tumbas ardientes; en cada una de las cuales arde el jefe de una secta herética junto a todos sus seguidores (estos últimos enterrados de cabeza y con las piernas expuestas).

La condena en la Divina Comedia

En el canto XIV y XV, se aprecian como aquellos violentos que nunca respetaron los mandatos del Todopoderoso, son condenados a residir en la intemperie de un arenal ardiente sobre el que cae una lluvia de fuego. Los blasfemos están tendidos boca arriba, lo que les impide protegerse de la lluvia; los usureros están sentados, lo que les permite estar algo más resguardados, mientras que los sodomitas pueden correr libremente (y si uno se detiene estará obligado a estar parado durante cien años).

Por otro lado, Doménech (2020) nos manifiesta que el hielo, pese a no tener un significado fijo en su representación, si dispone de nociones frecuentes en torno a los tópicos que (habitualmente) maneja cuando es figurado. Transmitiendo en su mayor escalafón expresivo, aquella idea de soledad y frialdad al posicionarse como la naturaleza más hostil que pueda presenciar el ser humano; asimismo que se suele emplear para destacar la inmensidad y fortaleza de la naturaleza frente a la pequeñez y debilidad del ser humano (párr. 4) (fig. 1).

Snow Storm: Hannibal and his Army Crossing the Alps exhibited 1812 Joseph Mallord William Turner 1775-1851 Accepted by the nation as part of the Turner Bequest 1856 http://www.tate.org.uk/art/work/N00490

En el caso de la Divina Comedia, la connotación simbólica del hielo, se podría asociar con el poderío y control que significa la figura de Lucifer en aquel lúgubre territorio de los infiernos (quien emplea sus alas para mantenerlo frío), frente a la vulnerabilidad de una desventurada alma que se halla en una zona donde, la posibilidad de redimirse, son incluso más nulas que las del resto de almas allí condenadas. Acepción que Alighieri representa íntegramente en los cantos antedichos para hacerles adquirir un sentido más perspicaz con respecto al medio desesperanzador del entorno. Coloca la novena delimitación del círculo infernal en lo más recóndito del Infierno, colmándolo eventualmente, de quienes fueron expuestos en vida como la peor escoria de la humanidad: los traidores y enemigos de toda raza.

Dante priva a estos individuos del sofocante suplicio que suponen las eternas llamaradas del castigo divino, para situarlos en la gélida indiferencia y la tenaz negligencia de su creador. Nos da a entender explícitamente, que aquellos espíritus pecadores que tienen tan cercano al peor de los traidores, no tienen tan siquiera la consideración de Dios, siendo incluso desestimados de su providencial cólera.

De todos los pecadores, ellos son los más lamentables, los más indignos.

Dante no considera como el peor lugar del Infierno aquello que la humanidad ha concebido históricamente como un paraje barbárico, donde las almas perdidas en su blasfema existencia gritan en pavorosos lamentos, mientras son consumidos por las eternas llamas fatuas; sino más bien aquel espacio que se figura en la comprensión sensible como un lugar silencioso, desolador y angustioso. Ese mismo, en el que parece factible que retumben por sobre todas las cosas la presencia del propio Lucifer devorando repetidamente a esos eminentes desperdicios de la humanidad. El acallante frío de aquellas tierras quiméricas, que resultarían inhabitables hasta para Wim “Iceman” Hof, aún con su particular tolerancia a las bajas temperaturas, no son más que las advertencias del autor diciéndonos que, lo opuesto del amor no es el odio, sino la indiferencia.

Por Natalid Pineda (Estudiante de Artes, Universidad Central de Venezuela.)

Este ensayo sobre la Divina Comedia fue escrito en el marco de la cátedra “Introducción a la Literatura”, dictada por el profesor Daniel Dannery, en la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela, sobre el estudio de “La Comedia” de Dante Alighieri.

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