EspañaDignidad: Parece que cualquiera puede hacer política

Dignidad: Parece que cualquiera puede hacer política

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Dos hombres se encuentran en una oficina color rosa. La estantería que está detrás del escritorio está torcida hacia abajo. Parece indicar que algo está por caer. Bajo esta, el candidato de uno de los partidos –sin nombre– más importantes de España está sentado, reflexionando. Está próximo a lanzarse como candidato en las primarias y, luego, en las elecciones legislativas. Pronto, la escena parece el campo de una batalla verbal en la que dos amigos discuten por el rumbo de su amistad y del país.

Es Dignidad, el texto escrito y dirigido por Ignasi Vidal (que en un momento actuara también), y que actualmente se presenta en el Teatro Marquina. Ahora, actúan Fernando Gil y Jorge Kent, que interpretan limpiamente a dos hombres que llevan el mismo tiempo de amistad, que de políticos.

Dignidad es una especie de thriller sobre el mundo de la política y el mundo interior de los partidos, cómo se organizan. Pero por debajo de esto hay una historia que va más allá. Hay una cuestión humanista en torno a estos dos hombres que llevan toda la vida dedicados a la política y cómo la cercanía del poder les ha modificado la amistad”, dice Vidal.

El catalán inició en el mundo artístico con una banda de rock. De allí al teatro musical –en 2012 fue la Bestia en La Bella y la Bestia, y en 2013, Javert en Los Miserables–, para luego nadar por la dramaturgia de textos incisivos.

“Hay mucho de Henrik Ibsen y bastante reflexión. Y por supuesto, sí hay una crítica, porque es imposible hablar de cómo se estructuran los partidos de forma interna y no extraer una crítica”.

El director inició la escritura del texto en 2014 cuando buscaba hacer una reflexión consigo mismo. “Vivía una etapa política muy intensa”, asegura.

En los diálogos se extrae la duda y el juicio sobre hacer el bien o el mal. O sobre lo que es justo para la política y lo que es justo para el hombre que hace política, en una conversación intensa en la que ambos protagonistas sacan lo peor y lo mejor de sí, sus miedos y sus egoísmos. “Quería reflexionar sobre la verdad o la vocación del político, es decir por qué empezamos en esto y cómo el tiempo ha ido deteriorando la idea central, hasta convertirla en el único objetivo de ocupar el poder”, dice Vidal. Para él es un texto sobre las ilusiones y sobre la verdad.

“En el punto donde se encuentran en la escena, puede que los lleve a un punto sin retorno”.

La crítica a una política feroz

En Dignidad, los diálogos se van engullendo a sus propios hablantes. Mientras transcurre la obra se ven tres escenarios paralelos. En primer lugar, el texto que va in crescendo y desmenuza la verdadera cara de los personajes, desde su lado humano y su lado del profesional que vela por sus intereses.

En segundo lugar, la construcción física de estos personajes, siendo el candidato, interpretado por Kent, quien permanece la mayor parte del tiempo sentado, expectante quizás agazapado como el animal que se presume sabio pero está a la espera de la casa. Y por el otro lado, Alex, interpretado por Gil, quien es la energía hecha persona sobre el escenario, no deja de moverse, temeroso de saber que ha cometido actos de corrupción y que pronto viene su juicio.

“Lleva la política interna del partido, y con esto todo tipo de tejemanejes, y acuerdos bajo cuerda”, dice Gil.

En tercer lugar, el ambiente. Todo rosado y asimétrico. En el escenario se crea un desbalance, –en conjunto con los movimientos de escena– demasiado obvio y en ocasiones aburrido, que asume el discurso de la antipolítica y presume de dejar pistas al espectador de lo que va a suceder. El batacazo final es contundente y el vídeo innecesario.

Sobre esto, los actores aseguran que hay una cara amable de la política. “Ignaci ofrece un punto de vista que normalmente no se ve de la política. Siempre se ve solo la política de escaparate y los turnos de replica, es la cara A de lo que le llega a la ciudadanía. Pero para organizarse necesitan establecer muchos vínculos, estas redes políticas están bastante manchadas”, afirma Gil sobre Dignidad.

“Hay que saber tener mano izquierda y pasillera y llegar a acuerdos que a veces no son del todo lícitos”.

Para Vidal, es posible hacer política y combinarlo con la amistad, una reflexión en la que ya ahondaba Francis Bacon. Pero, para ello, hay que olvidar ciertas afrentas y, muchas veces, poner en segundo plano la amistad. “Lo bueno es poder combinar la lealtad con el trabajo, pero a veces los objetivos se oponen”.

Kent, por su parte, lo plantea desde un punto más punzante. “No sé si suena bien decirlo pero estamos en un momento en el que cualquiera puede ser político. Cuando hemos hablado de referencias debíamos pensar en tiempos pasados, para saber de valores dignos de hacer política., pero hoy en día tenemos políticos que no aportan nada. No merece la pena indagar en lo que hay”.

No hay político, entonces, que se pueda reflejar sobre el personaje de Kent. Excepto, quizás, Alfredo Pérez Rubalcaba, figura insigne de la política española y del PSOE, fallecido el pasado mayo (2019), y cuya imagen sirvió de referencia para los histriones.

“Ignaci quería que viéramos políticos de alta gama. En el caso de Rubalcaba, es referencia porque con su serenidad, tiene un punto en común con mi personaje, pero de los nuevos políticos no hay nadie”.

En este sentido, el proceso de creación ha virado a la introspección: “Ha sido buscar más la relación de dos personas y la situación que te lleva a ser dos políticos”.

“Escribo lo que me gustaría ver”

Aunque salido de las bases de la música, Vidal busca un teatro reflexivo y transformador.

“Busco aquel teatro que me haga pensar , que me ponga en jaque y me haga revisar mis ideas. Pienso que el teatro tiene que ir por delante de la sociedad y de la gente. Que nos ayude a cambiar nuestros puntos de vista, o como mínimo, a cuestionarlos, y por eso necesita estar por delante de la sociedad”.

Dignidad se puede ver en el Teatro Marquina de Madrid, hasta el 30 de junio.

Agradecimientos / Fotos: Carlos Calero

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