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2017, ¿vamos hacia un teatro pobre?

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Con la llegada del año nuevo, -más que los acostumbrados buenos deseos-, también llega la realidad, y con ello un despertar consciente sobre la forma en que los cambios políticos afectan la profesión que nos compete.

La sensación de apatía, indiferencia e inacción de nuestra sociedad, frente a las constantes burlas que el gobierno de turno comete descaradamente a sus habitantes, pareciera han logrado acallar nuestras preguntas de vida frente al oficio.

La idea del artista como paria, a casi dos décadas de haber entrado al siglo XXI, resulta ante todo un poco desfasada de los tiempos que vivimos. La modernidad ha dado paso a nuevos paradigmas y formas de emprender proyectos creativos en medio de la verdadera revolución que vive la humanidad en estos tiempos: la digital.

Luego de un mes como diciembre, que se ha bandeado entre el disimulo y la alienación, bajo una situación de apariencias y de la normalización de la evasión; la depresión -a voces- crea la verdadera máscara de nuestros humanistas, la euforia positiva como mecanismo de defensa y la anulación de la critica y la autocrítica como herramienta de batalla frente a la adversidad.

Estas dos, mortales y progresivas armas de doble filo frente a la búsqueda de respuestas a los problemas y, la necesidad de encararlos para buscar soluciones. Unas que permitan el trabajo óptimo de un gremio, que no necesariamente necesita estar unido, pero si en sintonía con su contexto.

No es un esfuerzo preguntarse cómo prevalecerá el arte frente a lo que posiblemente será un año continuativo con relación a las políticas económicas que el gobierno bolivariano aún insiste en profundizar, medidas -que sin ser yo economista-, me plantean las preguntas rigurosas de turno.

¿Cómo se sustentará el teatro en 2017 en Caracas? ¿Y cómo podrá sustentar a sus protagonistas?

Centenas de grupos de teatro tienen vida activa en Caracas, muchos de los artífices de estas agrupaciones no tienen respaldo de ningún ente gubernamental* y en el mayor de los casos, la producción de espectáculos independientes viene del bolsillo de los mismos realizadores.

La crisis en el sector privado ha agravado la posibilidad de crear alianzas estratégicas para la inyección de capital en los proyectos culturales independientes. Y quienes intentan sobrevivir de su arte, tendrán que afrontar nuevas estrategias frente a este panorama desolador, si quieren llevar a cabo la realización de sus proyectos.

Algunas vías digitales como el crowdfunding han saturado el mercado. Día a día nace un nuevo proyecto venezolano en plataformas como: Indiegogo, Kickstarter o Gofundme, que espera ser respaldado por la comunidad de venezolanos en el exterior. Las cifras deseadas ostentan entre los 1000 y 5000 dólares.

¿Pero es realmente esta suma de dinero necesaria para llevar a cabo estos proyectos?

En principio, podríamos decir que va a depender del enfoque del proyecto en sí, pero la pregunta la dirijo con relación a la materia prima para la confección de cada uno de estos diseños de producción.

El teatro en Venezuela actualmente trabaja con la peor materia que el mercado puede ofrecer, la escasez de telas, bombillos, madera, o cualquier articulo necesario para la realización del espectáculo.

Si bien la búsqueda de estas necesidades propias del diseño puede condicionar el gasto económico, también puede hacerlo con el resultado en escena, algo que puede ser visto en los trabajos realizados por los creadores más jóvenes y con menos experiencia y que recurren sin mucho criterio estético al reciclaje de escenografía o vestuario. Y que debe considerarse como un apartado fundamental en la creación de todo espectáculo, pues no olvidemos que el arte debe ofrecer la belleza** de lo que se desprende de nuestra humanidad y nuestra relación con el entorno.

El problema se agrava cuando se profundiza en las carencias de este mercado, ¿llegará el momento en que se obtenga el dinero, pero ya no se consiga siquiera el peor de los materiales para llevar a cabo la construcción del montaje? Y de ser así, ¿está el creador venezolano dispuesto a sacrificar la monumentalidad del espectáculo teatral -herencia del teatro de oro de los años 80 o 90– para hacerle frente a la creación de un teatro pobre desde la pobreza, con todo y la necesidad de pensarlo, teorizar y realizarlo, para que sea mostrado y consumido por el público? -ninguna novedad, frente a decenas de agrupaciones que siguen presentado sus proyectos con capital irrisorio-, y afrontar estas carencias con la lógica que amerita, para finalmente huir a la pedantería de un arte con pretensiones “intelectuales” y sin dinero, o algo mucho peor, con dinero y mediocre.

El problema del público desencadena a su vez otros planteamientos. Si la crisis generó un cambio en las prioridades de entretenimiento del espectador, -una situación objetiva de ver al acercarse a salas de teatro con menos de la mitad de las butacas llenas- la decisión del espectador de pagar por un boleto para ver un montaje teatral, también es un condicionante para el creador y esto debe plantear una nueva interrogante: ¿Qué ofrecer?

Sobre este punto, el mercado caraqueño se satura en espectáculos principalmente de contenido humorístico: stand up comedy, comedias de vodevil, y en acercamientos escénicos de espacios alternativos, que movilizan al espectador en la nocturnidad, intentado llenar vacíos y dando ofertas de diversión frente al principal movilizador del caraqueño y su necesidad de reír: el alcohol.

El artista, con la necesidad de contar historias más cercanas a su realidad y al contexto social que lo rodea -por lo general- cuando piensa en este público, abre el eterno debate sobre la “educación del espectador”, cuando realmente la estrategia pareciera ir dirigida a llamar la atención del espectador.

Ya sabemos de sobra que si un espectáculo es bueno, el público se movilizará, si por el contrario es mediocre, el espectador irá por otra propuesta, o simplemente un trago.

Sin ser aquella una sentencia, esta dualidad de comportamiento se ramifica en las necesidades internas de cada espectador y su forma de llenarla. ¿Debe el creador tomar parte activa de esta decisión? ¿de qué manera?

El público para el artista no debería ser un problema, porque en la decisión subjetiva que a éste le moviliza para pagar por un espectáculo o no, está el espectáculo como tal, y es en este donde se maneja el mensaje a transmitir, por ende: ¿debe el creador enfocarse con más criterio en la realización de su montaje, en la elección de los temas, y la planificación del espectáculo?

2017 debe promover la investigación creativa del hecho teatral y asumir con compromiso la elección de temas que puedan conducir al pensamiento crítico del espectador, y esto no es algo absolutamente restringido a las capacidades de realización del montaje como tal.

De la misma manera, las estrategias de marketing digital parecieran desgastar la energía de productividad de un espectáculo, las redes sociales y la forma como se sigue atacando con descaro al posible espectador, saturando las plataformas de imágenes, sin ofrecer nada de real interés, más que un diseño, unas fechas y un valor de entrada, asumiendo que el poder de la imagen y de la información en esta, son suficientes para llamar la atención.

Se paga por un producto esperando que este producto funcione solo, y hay algo sintomático en este patrón de conducta, pues también el creador espera que el espectador pague por un espectáculo y que este per se, funcione.

¿Es sustentable económicamente y profesionalmente este canon?

Vale la pena hacerse preguntas sobre la sustentabilidad que el teatro le permite a sus actuantes para intentar descubrir una estrategia económica que permita a los trabajadores del teatro la sobrevivencia en tiempos de angustia.

No olvidemos además, que la gran mayoría de aquellos vinculados a este oficio en nuestra ciudad, trabajan constantemente en decenas de montajes que les permitan mantener el bolsillo lleno, mientras se bandean en áreas tan disímiles como la actuación, la realización escenográfica, la dirección, la dramaturgia, el vestuario y pare usted de contar, mientras organizan su tiempo para asistir a ensayos y al trabajo de medio tiempo, en un país donde ir a una panadería a comprar pan ya no es algo normal, e ir a un supermercado a conseguir la lista básica, es algo imposible.

La ciudad y su carácter violento han descuidado el sistema de transporte público, y se ha disminuido el uso del tiempo nocturno por seguridad: ya después de las 7 de la noche, Caracas se convierte en una ciudad abandonada y poco iluminada, lo que llamamos una boca de lobo. No son pocos los artistas de nuestra ciudad que han perdido la vida en manos de la violencia, o en accidentes de dudoso origen.

Cada día es más difícil mantener la renta de los espacios teatrales, y es de esta manera como salas de teatro también se van perdiendo, el ejemplo más cercano, el cierre de actividades de Teatrex El Hatillo.

¿Cuales son las estrategias gerenciales de nuestras salas frente a la alta demanda de agrupaciones con ganas de mantenerse activos en los escenarios? ¿Y frente a la demanda de un público con la necesidad de entretenerse o pensar en los problemas desde otras ideas y nuevos enfoques?

Se le han abierto espacios a nuevos creadores, con la necesidad de ir llenando la fuga de capital humano que la diáspora migratoria nos ha dejado, han nacido nuevos festivales y se ha promovido desde otros puntos la nueva dramaturgia, han surgido nuevas escuelas de formación teatral, sí, pero frente a esta situación planteada a lo largo de lo escrito ¿las salas que quedan darán abasto a las otras agrupaciones y nuevos profesionales?

¿Cuales son las estrategias de los creadores frente a un circuito teatral que pareciera no está cubriendo las necesidades -y que tampoco están en la obligación de hacerlo-? ¿De qué manera aquellos que no tengan cabida en las salas más comerciales de la ciudad plantean mostrar sus trabajos y captar la atención de un público cada vez más apático a la actividad nocturna? ¿Cómo buscarán la movilización de nuevos espectadores en otros sectores no tan exclusivos y de fácil acceso? ¿Cómo enfrentará el creador sus ideas frente al escaso poder adquisitivo para llevarlas a cabo?

Tal parece la pluralidad de espectáculos en las salas “más rentables” de la ciudad, dejan pérdidas, y salen a relucir otros conflictos.

¿No es tarea del teatro -y en gran parte del arte en general- crear choque para descubrir nuestra humanidad? Creo que hoy día, frente a la agravante situación política, económica y social del país, donde desde lo gubernamental se han dado a la tarea de deshumanizar al otro y banalizar el mal, la reacción del artista no puede ser la de evitar la confrontación de estas penurias.

Cuando Peter Brook hablaba de su experiencia de dos semanas con Grotowski en un laboratorio cerrado para la exploración del arte del actor y su función teatral, la experiencia lleva al realizador inglés a hablar del choque que produce el enfrentamiento a desafíos simples e irrefutables.

“El choque de advertir sus propias escapatorias, trampas y clisés. El choque de intuir algunos de sus propios y vastos recursos aún inexplorados”.

Cuestionar la utilidad del arte en estos días, es absurdo, sobretodo poniendo el ojo sobre uno tan antiguo como el teatral. Cuestionar la utilidad del teatro, y negar su condición de ritual común, es negar que es posible este choque que deriva del hecho teatral en sí mismo.

Debe nacer en Caracas un teatro pobre destinado a la pobreza, un teatro de pasillos, parques, aceras, de metro, de autobuses. Un teatro que intente elevarse por encima del circo mediático y político, que acerque al nuevo espectador a la posibilidad de crear un nuevo imaginario frente a las adversidades diarias, y a su vez acerque al creador a su necesidad de hablar de frente con el espectador.

Las salas de teatro por siempre han estado bajo un condicionante relativo a los niveles de cultura, pues el espectador desde su experiencia educativa, es movilizado a pagar por ella y su disfrute. Y nos damos cuenta, que ahora ese público también está desapareciendo, y no porque su necesidad de belleza se haya extinguido, si no, porque el condicionante económico lo restringe.

Bien es cierto, que hay un arte que no es para todos, ni se puede esperar que del arte se entienda todo. Pero bajo el panorama desolador de nuestro cambiante carácter social, ¿esperará el creador por el espectador o irá el creador en busca de un nuevo espectador?

Siempre hay temor de explorar nuevos espacios -no abandonarlos- pero la historia de la humanidad nos recuerda que todo riesgo debe ser asumido a través de una necesidad, y que estas no están alejadas tampoco de un proceso de recompensa económica.

Como en todo, hace falta estrategia y planificación, una que a posterior ayude a replantear el negocio del teatro en nuestra ciudad, para que vuelva a tener las salas llenas, y así seguir la lógica histórica del bucle que permita ahondar en nuevas formas de consumir el espacio teatral.

Hacer al teatro pobre desde la pobreza, para aquellos que no tienen la posibilidad de abrir la puerta del teatro, y esperan que el teatro le abra sus puertas, puede suponer en sí mismo una verdadera revolución.

Si esperamos (sobre)vivir del teatro en 2017, habrá que empezar a responder estas preguntas.


*A excepción de la reaparecida Compañía Nacional de Teatro, y algún ente como FUNDARTE que se encarga de realizar el Festival de Teatro de Caracas y el respectivo circuito de teatro nacional, entrada de dinero para las agrupaciones seleccionadas, así como entes aislados que se mantienen a través de la inyección del capital rojo.

**La belleza, no como concepto literal, sino como objetivo de nuestras intenciones, lo bello puede ser feo y viceversa, pero únicamente si ha existido un proceso intelectual que lo respalde, y no por mero producto del azar o de la improvisación; en cuanto al carácter de lo que consideramos como algo netamente teatral.

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