Acting#CuadernosDeEstudio: El Ritmo En La Escena.

#CuadernosDeEstudio: El Ritmo En La Escena.

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La compensación del ritmo se da en la justa medida en que puedo codificar puntos
La compensación del ritmo se da en la justa medida en que puedo codificar puntos.

los signos en la escritura nos invitan a generar una pausa para su comprensión.

Vamos a ritmar.

Un poema posee un ritmo de lectura, y el poema en sí mismo resguarda las claves de ese ritmo, pero no así el lector, que debe estar en disposición no solo de hacer lectura del poema, si no, de encontrar las claves que dentro del poema existen para ir al compás de la palabra, y por ende de su ritmo interno.

No es lo mismo un poema leído en una línea.

Que

Una

Línea

Leída

Como

Un

Poema

Habría que pensar que todo espacio en blanco, nos invita a generar una pausa, como en el caso planteado; como así los signos en la escritura nos invitan a generar una pausa inmediata, para la comprensión.

Pero hay que entender, no todo actor por más memoria que tenga sabe “leer” (recordemos aquel principio de que no es igual mirar a observar), ni que todo lector, por más habilidades gramaticales, sabe actuar.

La compensación del ritmo se da en la justa medida en que puedo codificar puntos, comas y espacios en blanco con mi propio cuerpo, entendiendo que mi cuerpo y palabra, son las herramientas a disposición para que los signos y los espacios en blanco cobren valor al dar vida a un personaje.

Ahora bien, un personaje en sí mismo mantiene oculto a su vez un ritmo, que puede a veces develarse en la forma como su propio cuerpo asume presencia en un escenario, a través de la palabra o de la acción.

Pongamos como ejemplo al exitoso comediante venezolano: “Nanutria”

Pongamos como ejemplo al exitoso comediante venezolano: “Nanutria” el cual sufre de un trastorno del habla denominado disfemia o tartamudez. Si bien están las palabras vinculadas a su respiración generando que se interrumpan constantemente alterando el mensaje, su cuerpo no está visiblemente asumiendo la vibración de su respiración, la disfemia por su puesto no se puede controlar (si al menos no se hace terapia del lenguaje para sanarla), y la alteración del discurso se ve por momentos truncada de manera caótica y azarosa. Aún así, hay un dominio del contexto, que le permite al comediante pasar por encima del trastorno, y seguir adelante sin alterar el ritmo de la presentación, aunque su propia respiración de manera inconsciente le juegue en contra.

De esta manera, podemos ver que expresión oral y expresión corporal, a veces no generan un vínculo directo, y pueden trabajar de manera alterna, cuerpo y voz puede funcionar de manera rítmica de forma paralela y de forma asincrónica.

En teatro, un cuerpo consciente puede compensar palabra y cuerpo a través de la propia investigación.

El ritmo es movimiento, y aunque es un término abstracto, es fácil de identificar a través del tránsito escénico, incluso si la evidencia de un cuerpo sobre un escenario se mantiene inerte.
El ritmo es movimiento, y aunque es un término abstracto, es fácil de identificar a través del tránsito escénico, incluso si la evidencia de un cuerpo sobre un escenario se mantiene inerte.

En teatro, un cuerpo consciente puede compensar palabra y cuerpo a través de la propia investigación. ¿Podría un actor trabajar un personaje con disfemia evidenciando también en su cuerpo la interrupción de una respiración, en una secuencia repetitiva alterada, para la construcción de un ritmo donde el personaje hiper-sensibiliza el trastorno? Sí, y si un cuerpo puede repetir la tensión de una voz expresiva estresada y alterada, está generando un ritmo acorde a lo que la escena exige, si es que lo exige, así como no evidenciar en el cuerpo, la tensión de la voz, que el trastorno respiratorio está ejerciendo.

Podría entonces un cuerpo consciente de su propio ritmo generar más de una circunstancia escénica, capaz de aprovechar la alteración, para ser dramatizada.

El ritmo es movimiento, y aunque es un término abstracto, es fácil de identificar a través del tránsito escénico, incluso si la evidencia de un cuerpo sobre un escenario se mantiene inerte, ¿hay ritmo en un cuerpo estático? Es evidente, si asumimos que la vibración que genera un cuerpo, por mínimo que sea, está generando movimiento. Y cuando hablo de una mínima expresión, ésta está inminentemente vinculada a las funciones orgánicas internas, como por ejemplo el movimiento producido por la respiración. Todo cuerpo está en constante movimiento, a menos que esté muerto.

¿Cuántas veces hemos escuchado que una obra de teatro es lenta?

¿Cuántas veces hemos escuchado que una obra de teatro es lenta? La expresión de “lentitud” es una lectura perceptiva del ritmo interno del espectador, y aunque parezca asombroso, nuestra percepción del ritmo, y nuestra propia forma de ritmar, está condicionada a nuestro día a día, por ello a veces a los estudiantes de teatro se les suele hacer la invitación imaginaria de olvidar el mundo que se vive detrás de puertas, para entregarse a vivir un nuevo mundo signado bajo nuevos preceptos condicionados por la imaginación y la propia capacidad de abstracción en el escenario, y uno de esos signos fundamentales es el del ritmo.

¿Cuántas veces, quien haya vivido la experiencia de lo teatral, ha perdido la noción del tiempo? Es una experiencia constante, lo teatral altera nuestra percepción, y el tiempo como concepto actúa de modos distintos; quizás para un espectador restringido a su propia experiencia, un evento teatral pueda sopesar sobre él la noción de lentitud, pero para quien está en el escenario, el tiempo se fragmenta de otras maneras.

Habría que vivir la experiencia de lo teatral para comprobarlo, si es que has leído hasta acá con cierto escepticismo.

Pero también ocurre lo contrario, hay veces que podemos entregarnos como espectadores a un evento, perder la noción del tiempo, finalizar y expresar: Vaya, ¡qué rápido ha pasado el tiempo! Este es un espectador modelo para cualquier oficiante de lo narrativo, porque no nos engañemos, todo artista de la escena, quiere que su espectador se vea alterado en su percepción del tiempo, y se involucre de lleno con la historia que se le está narrando y se deje cautivar por ella, enganchándolo a un ritmo externo, y haciéndole olvidar el propio ritmo interno.

Y no pensemos que estos comentarios, los positivos generalmente, simplemente están destinados a piezas que capturan la atención del espectador simplemente con risas, cualquier tragedia, bien contada, con un ritmo adecuado, puede generar la misma reflexión perceptiva final que buscamos en nuestros asistentes externos.

El ritmo percibido por un espectador, lento, rápido o moderado, será el ritmo entregado por una pieza, cualquiera, y una pieza la conforman diferentes miradas y cuerpos: actores, directores, vestuaristas, iluminadores, diseñadores de arte, y todos ellos, si el trabajo es bueno, estarán en sintonía con el ritmo de la pieza.

Si una pieza amerita que los actores estén en un movimiento acelerado constante, pero el vestuario les imposibilita moverse, pues estamos hablando de una mala percepción del ritmo interno de la pieza por un integrante que no ha entendido o no se ha detenido a pensar en lo que se necesita en el carácter esencial, y será obviamente identificado por un espectador, que descodificará el grueso de símbolos, como un ejercicio fallido, pues más que decir que la obra es lenta, posiblemente dirá, que la obra es desastrosa.

Incluso, el ritmo de una obra puede estar alterado por la forma como las transiciones de iluminación brillan sobre el escenario, no es lo mismo un blackout en guillotina, que un fade out en dieciséis, ocho o cuatro tiempos, por más pequeño que sea el detalle, cada detalle está sumando en el ritmo necesario que se le quiere imprimir a la obra a presentar.

¿Puede un actor identificar el ritmo en que su personaje debe desempeñarse?

¿Puede un actor identificar el ritmo en que su personaje debe desempeñarse? El actor está siempre en una situación de riesgo, frente a las miradas externas, y sobretodo frente a la mirada de su compañero vital de trabajo: el director, podría un actor encontrarse con un director con ideas de composición muy claras, donde la visión del ritmo es muy personal e inalterable, y debe el actor estar dispuesto a entrar en el imaginario rítmico del director propuesto para la escena. Si el actor es abierto, la experiencia no será traumática, pues como un buen lector que se abandona a la interpretación sobre las ideas de otro, el actor obrará como una extensión del imaginario externo de su director, un actor que por el contrario sea incapaz de hacer una lectura detenida con el cuerpo de lo que el director amerita, estará navegando en aguas difíciles, y será el tiempo el que alerte sobre un posible naufragio.

Otra acertada postura de dinámica en la búsqueda del ritmo de un personaje, es el que pone a prueba los conocimientos del actor sobre su capacidad de generar dramaturgia escénica con su propio cuerpo, y un director dispuesto a generar diálogo para la búsqueda en conjunto del ritmo adecuado necesario para la creación de un personaje.

En todo caso, hay actores que son incapaces de generar un ritmo distinto al que la propia conciencia del cuerpo y de su voz les restringe, como que hay actores que son mucho más facéticos en la búsqueda de nuevas sonoridades expresivas, esta clase de actores tienen una maleabilidad asombrosa para la comedia, el drama, el esperpento o la tragedia de manera envidiable, su cuerpo y su voz puede adaptarse fácilmente al tono necesario que la historia amerita, y con la buena guía de un director que ha estudiado la obra, pueden estar en el camino al éxito.

Un actor puede identificar el ritmo de su propio cuerpo, haciéndose consciente constantemente sobre sí mismo, en la forma como expresa sus palabras, o se mueve al transitar, en el entrenamiento constante de su cuerpo, ya no solo en la búsqueda de un cuerpo formado y flexible, si no en sus propias cualidades rítmicas ¿qué tan rápido puedo ser? ¿qué tan lento puedo ser? Y en la indagación de esos tiempos escénicos, en los que puede generar un movimiento.

 

El maestro de la danza venezolana Juan Carlos Linares, indaga en tiempos profundamente distendidos, aletargando la expresividad motora hasta sus últimas consecuencias, lo que fácilmente sería un transitar por proscenio para un actor que no lleva más de cuatro segundos ir de un extremo a otro, para Linares puede ser una experiencia de quince minutos, generando en el espectador una progresiva hipnosis que no deja de estar emparentada a la sorpresa de saberse observando un movimiento aparentemente simple, con una profundidad extraordinariamente compleja.

El maestro en Venezuela, de la danza Butoh, Juan Carlos Linares.
El maestro en Venezuela, de la danza Butoh, Juan Carlos Linares.

Es el ritmo materia de estudio esencial para la comprensión de todos los códigos que componen el arte en la escena, y debe ser practicado, analizado y discutido para llevar a buen termino un trabajo plástico que depende no solo de uno, si no, de todos los que conforman y dan vida una historia sobre un escenario, y el ritmo no distingue intenciones creativas, más bien, las engrandece.

 

Estas notas forman parte de mis propios #CuadernosDeEstudio ¿Te interesa que escriba sobre otro tema relacionado al mundo de la actuación, la dirección o el teatro en general? Puedes escribirnos en el cajón de comentarios al finalizar esta nota, o a nuestra cuenta IG @elteatroes ahí con gusto te atenderemos.

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