DestacadosAnimales heridos: El tormento y el regreso al pasado

Animales heridos: El tormento y el regreso al pasado

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-No todos hacen lo que quieren, sino lo que pueden.

-Querer es poder.
-No.

Animales heridos, de Mariano Rochman.

 

Cuando el teatro logra capturar una anécdota real, un recuerdo guardado en la memoria del espectador, llega a ser una experiencia mágica para el que lo ve. Casi surrealista. Aun y cuando esos recuerdos traigan al presente momentos buenos, otros terribles, llega así el creador a un punto álgido en lo creado, que permite usar esa frase tan repetida, que el teatro es reflejo.

Así pasa con Animales heridos, obra del director, dramaturgo y actor argentino Mariano Rochman, que deja resbalar por la cornisa parte de su historia personal, en una ficción cargada de emociones.

El hombre frente a su propia máscara. Se trata, tan potente como su nombre, de un texto lleno de alma, dudas y arrepentimientos; y hasta de amor, en el que su protagonista vuelve a la casa donde vivió su juventud para enfrentarse con el pasado, o tratar de escucharlo.

“Es un poco de realidad y ficción, es un juego en el que empecé con una imagen y de allí empecé a trabajar, a construir estos personajes, y el camino que tiene Román con tantos personajes”, explica Rochman, quien cuenta con seis obras escritas.

Con una escena minimalista, un espacio escénico bien cuidado y una luz que habla por sí misma, Rochman nos lleva hacia un lugar cálido y cercano. El que fuera el hogar de Román alguna vez, su ciudad natal, y donde vive ahora su hermanastra –y compañera de vida en algún momento–, a la que le debe varias explicaciones.

Román (Víctor Anciones) no se ve en escena tanto por la actuación, como por sus recuerdos, interpretados por la luz, la musicalización y por los otros personajes (mujeres encarnadas todas por Marta Cuenca), que se convierten casi en su alter ego, o en la proyección de lo que guarda en sus recuerdos.

El arribo del personaje a su casa recuerda a esas llegadas enigmáticas, disímiles y suspensas de obras como Un tranvía llamado Deseo de Tennessee Williams –referencia para el propio Rochman en su trabajo dramatúrgico–. Es este espacio el que se ha convertido en el lugar de ella, su hermanastra, y donde la imagen de Román ha desaparecido hasta el punto en el que ni en las fotos aparece, todo ha cambiado, y es él quien con su presencia rompe el esquema de la casa. Rochman logra con éxito amalgamar el significado de un regreso con una composición escénica que habla por sí misma.

-Para recordar se ponen fotos.
-Yo recuerdo ausencias.

Algún sabio, o arrepentido, dijo alguna vez: “El niño hace al hombre”. En este caso, la frase se torna amenazante ante un futuro incierto, que obliga al protagonista a volver a un espacio que es el tiempo, el regreso, y al mismo tiempo la huida.

La composición es el gran logro de la producción de Doble Sentido, y no tanto las actuaciones. La duda, el error y la indiferencia con una energía masculina sobre el escenario, arrasa con los grandes intentos de la representación femenina por captar la atención. Incluso es evidente que en las interpretaciones, Anciones se lleva el peso de la obra (con un lenguaje interpretativo simplista), en el intento de Cuenca de llevar la balanza a su favor (más grandilocuente y farsesca). Más que captar atenciones, ella, en su multiplicidad de personajes, debería reconfortar o ser aquello por lo que él se fue.

-Rehíce mi vida para volver a deshacerla.
-¿Funcionó?
-Funcionó, hasta que dejó de funcionar.

«Hemos trabajado la idea de un sueño dentro de otro sueño, lo que va sucediendo está en la circularidad del sueño y de las cosas que se le repiten, incluso puede ser que sean diferentes personajes que se le cruzan a Román y él vuelve a cometer los mismos errores».

Al final, Rochman nos deja con más preguntas sobre una historia conmovedora, que retuerce las fibras del arrepentimiento sin necesidad de poner las cosas en bandeja de plata . Como los recuerdos, que se tornan nebulosos al pasar de los años, los personajes forjan una vida en espiral en la que ya han dejado de ser, lo que creen ser.

Animales heridos se puede ver en la Sala Lola Membrives, del Teatro Lara de Madrid, hasta el 19 de abril, los jueves a las 20:15 hs.

Fotografías  de Mariano Rochman y video: Andrea López.
Fotografías escena: cortesía Doble Sentido Producciones.
Agradecimientos: Raquel Rodríguez, Doble Sentido Producciones, Teatro Lara.

 

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